Cerró los ojos y sopló las velas. Un trozo de merengue salió volando y se incrustó en la cara de su compañero. Él se apartó la espumilla blanca de sus ojos y la restregó en la nariz de su mujer, ella con una mano cogió un trozo de tarta y se la puso en la cabeza. La pelea no hizo más que empezar, estaban jugando con nimiedad. Hacía tiempo que no se divertían tanto. Eran ancianos pero jugaron como niños.
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