Hakim cayó fulminante durante un partido de fútbol de muerte súbita. La noticia corrió como la pólvora en el pueblo. Al sepelio del día siguiente acudió multitud de gente del pueblo y alrededores. Hakim había sido un jugador destacado en su equipo, y lo adoraba todo el mundo. Su madre rota de dolor lloraba sin desconsuelo. Ella no daba crédito a ver a su hijo en el ataúd. El entierro sería en el cementerio municipal.
—¡No me lo lleveis que está vivo! ¡lo he sentido respirar! -gritaba desesperada.
Ella estaba trastornada o se había vuelto loca, creían todos los que le rodeaban. Bajo sedantes pudo acompañar a su hijo. Ella no se separó de él abrazada a la caja en ningún instante. Tenía el presentimiento que estaba vivo, lo sentía respirar.
Enterraron el féretro bajo tierra. Su madre no abandonó el lugar. Pasada varias horas le oyó gritar. Ella sin perder ni un minuto sacando las pocas fuerzas que le quedaban, con sus manos escarbó la tierra, desentablo la tumba y abrió la caja.
Su hijo mantenía un halo de vida, por error médico había sido enterrado vivo.
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