Fui al cine con mi chico a ver la película "El
Exorcista". La película era de terror, a mí no gusta nada ver
películas de miedo pero, le acompañé, porque sé que a él le gustan mucho.
En la sala mientras la película transcurría, de
repente sentí frío y comencé a toser. Tuve que ir al baño y beber abundante
agua, cuando se calmó la tos volví a mi butaca. Al salir del cine fuimos
dando un paseo para tomar aire, mientras comentábamos la película. A mí no
me ha gustado nada. Las escenas fueron muy desagradable sobre
todo cuando la niña expulsó aquella mucosidad verde durante el desayuno,
me dio nauseas. Del cine salí con mal cuerpo. Yo estaba
aterrorizada y me agarré a mi chico.
Ya en casa comencé a sentirme mal y
me fui enseguida a la cama. No podía dormir y cuando me quedé dormida,
soñé con la película que vimos por la tarde. Toqué mi cara y descubrir los estigmas de mi piel
frente al espejo del baño. Desperté temerosa. Fui al servicio y comprobé
ante el espejo que no tenía marcas. Me dio de nuevo otro ataque de tos.
Sentía calor, me tomé la fiebre, tenía 39º. Tomé un Paracetamol y me acurruqué
en la cama, me volví a dormir enseguida.
Volvieron las pesadillas y me desperté sobresaltada. Tuve miedo.
La noche fue larga, el calor no remitía y la fiebre
subía. Soñaba y deliraba no sabía dónde me encontraba.
— ¡Cariño que te pasa, estás muy inquieta! Y además
estas ardiendo. Voy a llamar al médico.
Lo último que oí fue un hombre a mi alrededor que me
auscultaba. Noté que me acostaron sobre un colchón duro y frío. La angustia, no
me dejaba respirar, me asfixiaba, el aire no me entraba en los pulmones.
Intenté coger una bocanada de aire que me faltaba. No notaba mi cuerpo y perdí
el conocimiento.
En mi subconsciente me encontraba envuelta en una
niebla espesa, sentía frío, mucho frío. Oía muy lejano una sirena, mi
cuerpo levitaba hacia una luz clara, potente, resplandeciente. Perdí la
orientación y la pérdida de la realidad. Soñaba, esta vez vi al demonio que
llevaba de la mano a mi abuela, ella me alargaba su mano y quería tocarme. Oía
su voz, me llamaba con un susurro a través de una luz roja
intensa que me deslumbraba.
Solo dormía, soñaba, esta vez con unos gatos negros que me miraban con esos
ojos amarillos desafiantes. De una forma maligna me clavaron sus garras en la
garganta. Noté el dolor que me taladraba. Advertí una cosa punzante, como
uno pincho muy afilado en mi cuerpo. Sentí un miedo aterrador y cerré los
ojos. Tuve pavor. Estaba paralizada. Tenía el ánimo bajo, estaba muy
sola. No sé cuánto tiempo estuve dormida. Ni cuantos días han pasado.
Los sueños esta
vez eran más tranquilos, muy hermosos. Se me acercaban gatos blancos de pelo
largo, eran suaves como de angora, me rozaban con su pelo la cara. Ya me
siento mejor.
Cuando me desperté tenía miedo de abrir los
ojos. Cuando los abrí, vi unas personas disfrazadas, no sé de qué,
me miraban entre cristales.
No sabía dónde me encontraba. Miré alrededor y me vi
conectada a unos tubos que me enviaba el aire de un respirador. En mis brazos
tenía pinchada una aguja conectada a un suero. Una mujer con voz suave se me
acercó y me dijo que estaba en buenas manos, que todo iba a ir
bien. Cuando tuve conciencia de lo que me pasaba estaba a mi lado una
enfermera, vi sus ojos observándome dentro de una pantalla.
— ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado? pregunté.
— ¡Tranquila! están con nosotros, en el hospital, te
recuperas muy bien. Has cogido un virus muy contagioso. Como tienes bronquitis
crónica te ha afectado al pulmón y tienes una neumonía severa. La medicación ya
está haciendo su efecto, ¡mejorarás! Si todo va bien irás a planta.
— ¿Y lo sabe mi familia, dónde están?
— Están en casa, pero todos los días llamamos para
informar de cómo te encuentras.
— ¿Y por qué no vienen a verme?
— Porqué este virus es altamente contagioso y les
podrías contagiar. Pero en dos días si estás mejor, te llevamos a planta y te
irás pronto a casa.
Estaba asustada, pero sé que si mejoro me irá a
casa y todo quedará en una pesadilla.
Fui al cine con mi chico a ver la película "El Exorcista". La película era de miedo, a mí no gusta nada ver películas de terror pero, le acompañé, porque sé que a él le gustan mucho.
En la sala mientras la película transcurría, de repente sentí frío y comencé a toser. Tuve que salir al baño a beber abundante agua, volví a mi butaca. Al salir del cine fuimos dando un paseo mientras comentábamos la película. A mí no me había gustado nada. Las escenas fueron muy desagradable sobre todo cuando la niña expulsó aquella mucosidad verde durante el desayuno, me dio nauseas. Salí con mal cuerpo. Yo estaba aterrorizada y me agarré a mi chico.
En casa comencé a sentirme mal y me fui enseguida a la cama. No podía dormir y cuando lo hice, soñé con la película que vimos por la tarde. Toqué mi cara y descubrir los estigmas de mi piel frente al espejo del baño. Desperté temerosa. Fui al servicio y comprobé ante el espejo que no tenía marcas. Me dio de nuevo otro ataque de tos. Sentía calor, me tomé la fiebre, tenía 39º. Tomé un Paracetamol y me acurruqué en la cama, me dormí enseguida. Volvieron las pesadillas y me desperté sobresaltada. Tuve miedo.
La noche fue larga, el calor no remitía y la fiebre subía. Soñaba y deliraba no sabía dónde me encontraba.
— ¡Cariño que te pasa, estás muy inquieta! Y además estas ardiendo. Voy a llamar al médico.
Lo último que oí fue un hombre a mi alrededor que me auscultaba. Noté que me acostaron sobre un colchón duro y frío. La angustia, no me dejaba respirar, me asfixiaba, el aire no me entraba en los pulmones. Intenté coger una bocanada de aire que me faltaba. No notaba mi cuerpo y perdí el conocimiento.
En mi subconsciente me encontraba envuelta en una niebla espesa, sentía frío, mucho frío. Oía muy lejano una sirena, mi cuerpo levitaba hacia una luz clara, potente, resplandeciente. Perdí la orientación y la pérdida de la realidad. Soñaba, esta vez vi al demonio que llevaba de la mano a mi abuela, ella me alargaba su mano y quería tocarme. Oía su voz, me llamaba con un susurro a través de una luz roja intensa que me deslumbraba.
Solo dormía, soñaba, esta vez con unos gatos negros que me miraban con esos ojos amarillos desafiantes. De una forma maligna me clavaron sus garras en la garganta. Noté el dolor que me taladraba. Advertí una cosa punzante, como uno pincho muy afilado en mi cuerpo. Sentí un miedo aterrador y cerré los ojos. Tuve pavor. Estaba paralizada. Tenía el ánimo bajo, estaba muy sola. No sé cuánto tiempo estuve dormida. Ni cuantos días han pasado.
Los sueños esta vez eran más tranquilos, muy hermosos. Se me acercaban gatos blancos de pelo largo, eran suaves como de angora, me rozaban con su pelo la cara. Ya me siento mejor.
Cuando me desperté tenía miedo de abrir los ojos. Cuando los abrí, vi unas personas disfrazadas, no sé de qué, me miraban entre cristales.
No sabía dónde me encontraba. Miré alrededor y me vi conectada a unos tubos que me enviaba el aire de un respirador. En mis brazos tenía pinchada una aguja conectada a un suero. Una mujer con voz suave se me acercó y me dijo que estaba en buenas manos, que todo iba a ir bien. Cuando tuve conciencia de lo que me pasaba estaba a mi lado una enfermera, vi sus ojos observándome dentro de una pantalla.
— ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado? pregunté.
— ¡Tranquila! están con nosotros, en el hospital, te recuperas muy bien. Has cogido un virus muy contagioso. Como tienes bronquitis crónica te ha afectado al pulmón y tienes una neumonía severa. La medicación ya está haciendo su efecto, ¡mejorarás! Si todo va bien irás a planta.
— ¿Y lo sabe mi familia, dónde están?
— Están en casa, pero todos los días llamamos para informar de cómo te encuentras.
— ¿Y por qué no vienen a verme?
— Porqué este virus es altamente contagioso y les podrías contagiar. Pero en dos días si estás mejor, te llevamos a planta y te irás pronto a casa.
Estaba asustada, pero sé que si mejoro me irá a casa y todo quedará en una pesadilla.