"Eran tiempos de tensión
social, conflictos laborales y revueltas estudiantiles. Todo ello fue un
caldo de cultivo de protestas que estalló con ocasión del consejo de guerra
contra dieciséis militantes de Eta. Sin embargo, aunque la oposición política
transformó el Proceso de Burgos en un juicio popular al propio régimen y la
presión popular evitó que las condenas a muerte fueran ejecutadas, el
franquismo estaba lejos de desmoronarse".
Andrés y Julia eran vecinos y amigos desde pequeños.
Pasaban el tiempo libre con la cuadrilla de amigos en el parque, cuando las
revueltas fueron el pan de cada día en la ciudad, los jóvenes se manifestaban,
mientras la Policía Nacional salía para disolver las concentraciones,
perseguían a los manifestantes con porras y tiros al aire. La
cuadrilla que fueron a la manifestación, tenían que correr a esconderse en un
portal para no recibir golpes.
Encarna tenía miedo de que su hija estuviera sola
para volver a casa. La adolescente trabajaba en una tienda y salía cuando
se cerraba a las ocho de la tarde. Por otro lado las fiestas del pueblo se
celebraban por entonces y la muchacha quería a salir de noche. Por el peligro
que genera la noche y el miedo de su madre a dejarla salir, le pidió a su
vecino.
—Andrés, cuando veas a Julia, tráela a casa. Me da
miedo que venga sola, por si hay algún altercado.
— ¡Bien Encarna no te preocupes, la esperaré y volveremos juntos!
Hace tiempo que a Andrés le gustaba Julia y con el
tiempo se le declaró, se enamoraron y se hicieron novios.
"Por otro lado, la reacción popular contra el juicio se
tradujo en paros de trabajadores, huelgas estudiantiles y manifestaciones
ciudadanas que paralizaron la vida económica y social, en menor medida. En
una de las manifestaciones en Éibar la policía comenzó pegar tiros
donde resultó herido un joven que falleció poco tiempo después; y ese mismo día
es aprobó el estado de excepción en Guipúzcoa".
A Andrés no tardaron en llamarles para
incorporarse a la mili en una ciudad a doscientos kilómetros. A ella esta
separación obligatoria del servicio militar iba a hacerle madura. A él no le
gustaba coger armas y se hizo insumiso en el cuartel de Infantería donde las
maniobras y las guardias eran de lo más normal. Al negarse coger armas le
arrestaban muchas veces.
Para Andrés la forma de escape a esa situación era
escribir cartas a su novia. Le escribía contándole lo que pasaba en el cuartel
y como se sentía. A través de las cartas mantenían el amor vivo. Ella le correspondía con
declaraciones de amor y le contaba a través de esas misivas como pasaba el
tiempo y lo que pasaba por la ciudad. Para él recibir las cartas era momentos
de alegría ya que no le permitían ni hacer llamadas de teléfono, cuando estaba retenido.
Para ella el tiempo lo pasaba trabajando y en casa
bordando el ajuar. Cada día esperaba que el cartero le trajera alguna noticia. Entre carta y carta su amor se fortalecía, mientras
que hacían planes para su futuro. Los dos deseaban que el tiempo de mili pasara
rápido. Cuando no estaba detenido, estaba de maniobras o haciendo guardias. A
los soldados vascos los tenían en el punto de mira, y los retenían en el
cuartel dándoles pocos permisos y licencias para ir a sus casas.
En Éibar hubo un atentado y mataron a tiros a un
guardia civil y a su amigo peluquero dentro del coche muy cerca de la calle
donde vivían los enamorados. A Andrés le culparon de ser el que vigilaba y
pasaba información al comando de Eta. Le detuvieron en el mismo cuartel junto
con otros compañeros y les culparon de pertenecer al comando Éibar. La guardia
civil le hizo que declararan y les culpaban de lo ocurrido
Una noche fueron a detener a la muchacha a su casa.
Llamaron a la puerta sobre las dos de la mañana. El padre abrió la puerta,
estaba toda la escalera del edificio escoltado de guardias civiles, preguntaron
por Julio. El padre les dijo:
—Aquí no vive Julio, mi
hija se llama Julia.
Esa noche se la llevaron detenida. Ella no sabía lo
que pasaba y la tuvieron incomunicada sin saber el por qué estaba detenida.
Con tiempo detuvieron a los terroristas del comando
Éibar y entre ellos a dos amigos del parque. Uno de ellos fue el asesino del
guarda y el peluquero. Y el que pasaba información al comando fue un vecino
llamado Julio. Con esa detenciones se pudo demostrar que Andrés y Julia, que no
eran culpables de esos actos y les soltaron.
Pasado un mes Andrés lo licenciaron y pudieron
comenzar con sus planes de vivir juntos en un futuro, como lo habían planeado.
Ellos se casaron en 1975, a pesar de todo lo que
acontecía en España. La actividad terrorista no cesó con la muerte de Franco. A
pesar de que las ilusiones democráticas renacen con la muerte del dictador, los
últimos años de la década de los setenta y los noventa fueron
especialmente sangrientos, con atentados indiscriminados que se cobraron la
vida de más de un centenar de personas. En ese tiempo la sociedad iba cambiando
y poco a poco se iba afianzando la democracia. La libertad de las personas y
los conflictos estaba aún muy lejos de solucionarse. Los vascos vivieron
tiempos de revueltas y miedos.
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