Ramo pintado al óleo (65 x 54cms.) por Mamen Píriz |
Ayer a mediodía cogí el tranvía de la una. Me senté al lado de una joven. Con buena educación le saludé, ¡hola!. Hizo caso omiso a mi saludo, estaba convulsivamente tecleando en su teléfono móvil. Lo tenía sujeto con la mano izquierda, con el dedo pulgar de esa mano tecleando y su dedo índice en movimiento. Mantenía sus ojos con una expresión fija, ni siquiera pestañeaba. Solo de vez en cuanto los abría manifestando sorpresa. Su mano derecha la tenía entre las piernas. De pronto cambió de postura y sujetó el móvil con la mano derecha. Tecleando con el dedo pulgar de la mano izquierda.
Había pasado diez minutos y el tranvía se paró en un apeadero, la chica balbuceó unas inteligibles palabras, mostrando es su rostro una leve sonrisa. Miró a través de la ventanilla y siguió tecleando más deprisa. Se acercó el móvil a la oreja derecha. La conversación que mantenía con la persona al otro lado de la línea, era de lo más sorprendente:
—¿Qué pasa tronco, no te ha gustado mi mensaje?
—Bla, bla, bla...... - se oía por el auricular-
—¡Eh, Eh! Yo solo quiero tu pirulí ¿No me decías que es grande?
—Bla, bla, bla......
—¡Ah! ¿Qué pasa tronco, que ahora que ya estoy llegando, no estás dispuesto a enseñármelo?
—Bla, bla, bla......
—Espera que ya llego, ¡ No te vayas! ja, ja, ja....
Me imaginé que tendría un encuentro sexual con algún chico, por lo que escuchaba.
El tranvía llegó a la estación. La chica se levantó del asiento sin decir ni adiós. Seguía con el móvil en la mano colocado en su oreja.
Salí detrás de ella, en el andén un joven la esperaba con un ramo de flores. Del ramo colgaban unas guirnaldas rizadas y de ellas unos caramelos en forma de pirulís.
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