Sigo observando mi trocito de cielo. Al amanecer me gusta salir a la terraza, mirar al firmamento y observar si está el lucero del alba. Hoy brilla redondo, grande, presumido como pocas veces. Su elegancia me recuerda cuando éramos de jóvenes. Cómo nos gustaba mirar juntos al lucero agarrados de la mano. Tú decías, pídele un deseo, se cumplirá. Yo cerraba los ojos, callada lo pedía, después preguntaba:
—¿Pero no es a la luna que se le pide?
—¡Si claro, a los dos!
Me mirabas y me decías " Tus ojos son las más dulces estrellas que he visto en el firmamento"
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