No era el mar, pero se le parecía. Venías caminando hacia mí,
vi tus ojos azules mar tan intensos que sobresalían de tu tez morena. Me
dejaron paralizados con sólo mirarlos. En ese momento comprendí que eras
la mujer de mi vida. Tu mirada me enamoró a primera vista, Vi tu silueta y aquellos cabellos negros, parecías una Diosa del
Olimpo. Pensé:
— ¡Esta mujer va a ser la madre de mis hijos!
Al acercarte hacía mí, el rechazo fue brutal. Asustado me
quedé cuando me mostraste aquellos grandes dientes como cuchillos
cortantes.
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