lunes, 23 de enero de 2023

"El Milagro del arroz de Olivenza"

Recordando el día de hoy 23 de enero, aniversario de este  milagro retomo de nuevo este relato.
Un microrrelato con pocas palabras sobre  grano de arroz y  me he acordado del Milagro del arroz que ocurrió en mi querida Olivenza. Ocurrió allá por los años de cuarenta del siglo pasado después de la postguerra. Cuando el hambre hacia mella en los más pobres.

                                                              

Era la hora de comer en el centro benéfico de Olivenza y la comida que enviaban los pudientes oliventinos, no llegaba. Leandra puso el puchero con agua al fuego y se dio cuenta que sólo había tres tazas de granos arroz. Echó las tazas de arroz para hacer una sopa y se dio cuenta que para los comensales que acudían a comer, esa cantidad no llegaba. Sé encomendó: 

¡Ay beato...! ¡Y los pobres sin comida!

Dejó el puchero en el fuego y cuando volvió a la cocina el arroz se desbordaba, creció y creció y todo los pobres del pueblo comieron bien ese día. Y luego dicen que en el siglo XX no hay milagros.

115 palabras

                                                      

Mañana del 23 de enero de 1949. "la verdadera historia"
Cocina de la casa de D. Luis Zambrano, Párroco de Olivenza

Es una mañana fría, como casi todas las mañanas de enero. Leandra ha madrugado, como cada día. No le gusta estar despierta en la cama. 
¡Hay tanto que hacer !, piensa; además, hoy hay que hacer la comida para esos oliventinos que lo están pasando peor. 
¡Hay tanta hambre!, después de la guerra son muchos los que necesitan ayuda. Hay familias que han perdido tanto…
Leandra es una mujer resuelta, muy humilde, pero dispuesta a hacer lo que sea con tal de ayudar.
Después de hacer los quehaceres de la casa, se dispone a preparar la olla de comida que se repartirá después. Sabe que hay poco, que necesitan que alguna familia lleve algo de comida para que pueda cocinarse.
Se pone su mandil y prepara la cocina. Una cocina de carbón de la que siempre piensa “debería consumir menos”, pero es la que tiene.

-“No voy a poner mucho carbón, que también escasea”- piensa- mientas coge unos cuantos tizones y los atiza para que se vaya formando la brasa.

De camino a la despensa, piensa en la suerte que tiene y le da gracias a Dios, porque sabe que es una afortunada.
No puede evitar sentir desasosiego, ¿y si no hay comida? ¿Y si nadie ha podido traer nada?¿y si no hay nada que preparar?. 
Su corazón da un vuelco, al llegar a la despensa, y después de rebuscar, comprueba que no hay nada, unos puñados de arroz y alguna especia.
Y ahora, ¿qué?. Duda durante un instante si no hacer nada, pero piensa, “preparo lo que tenemos y que sea lo que Dios quiera”, así que coge la olla, echa agua, el arroz y lo condimenta con lo que encuentra. 
Mientras lo prepara, recuerda al Beato Juan Macías, es un beato de su pueblo, Ribera del Fresno, y ella está muy orgullosa de eso porque ¡no todos los pueblos tienen un Beato!. En más de una ocasión, en pequeñas cosas, se ha encomendado a él, y nunca le ha defraudado. Así que, a modo de oración exclama: --¡Ay Beato, y tus pobres sin comer!

Recuerda que debe encargarse de la ropa de la casa y abandona la cocina durante unos minutos para ocuparse de ella.
Cuando vuelve a la cocina y comprueba la olla donde se cocina el arroz, le resulta extraño, no le parecía que hubiese echado tanto arroz.
El arroz en la olla sigue creciendo y no entiende qué ocurre. Avisa a D.Luis, el párroco.

- ¿Ha puesto usted arroz en la olla?.- le pregunta
- No.

Ahora sí que no entiende nada, le explica lo que ha ocurrido a D. Luis que enseguida percibe que hay algo que se escapa de la razón.
D. Luis es un párroco que ama a su pueblo y le sirve con devoción y mucha humildad.

- Leandra ¿a qué esperas? Trae esos cazos para ir sacando arroz de la olla, que se está desbordando.

Leandra se los acerca y van sacando cazos de arroz de la olla en la que el arroz sigue creciendo. 
Ya van llegando a la casa de D. Luis todos los encargados ayudar en el reparto de comida.
Según van llegando, Leandra les cuenta lo que ha ocurrido y aunque alguno no quieren dar crédito pueden ver que en efecto “la olla sigue dando arroz”.
Entre los que se acercan a ayudar, está Fernanda, una joven siempre dispuesta, que no duda en ponerse manos a la obra y llevar comida allí donde haga falta.
En el pueblo se corre la voz de que algo está ocurriendo en casa de D. Luis, que tenía siempre abierta sus puertas.
Aparece en la casa el pequeño Paco, un niño de ojos saltones que no hace más que preguntar a D. Luis qué ocurre . En un momento, Paco le dice:

- D. Luis, habrá que atizar la cocina si sigue cocinando.

Y D. Luis le responde:

-No, hijo, desde que la encendimos esta mañana, el carbón no se consume.

Cuando todos los necesitados han comido, la olla sigue dando arroz pero D. Luis la retira del fuego porque piensa que ya ha cumplido su misión “Dar pan al que no tiene” 
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Visite un dia la Capilla del arroz. Centro parroquial de la Parroquia de Olivenza.
Es una mañana fría, estoy en la Capilla del Milagro.
Frente a mí, puedo ver una réplica de la cocina donde se produjo aquella mañana la multiplicación. 
Cada vez que me siento en esta capilla, mi primer pensamiento se dirige al milagro del arroz.
Soy una persona de ciencia, de creer poco en los milagros. De hecho, he de confesar, que no sé si lo hubiese creído de no haber visitado esta capilla.
Después del estupor que me causó escuchar el relato de los hechos, aparecieron las preguntas de la razón, que no tienen respuesta y después de todo eso sólo quedó la Fe.
Reconozco que oír de primera mano a Fernanda o a Paco contarlo es un privilegio que agradezco. Es Evangelio en primera persona y eso ocurre muy pocas veces.
Me pregunto siempre qué sentirían D. Luis y Leandra después del milagro, quizá no fueron conscientes de la magnitud.
Ellos, seguirían con sus quehaceres, como cada día y eso es hermoso pues habla del trabajo bien hecho, de la entrega desinteresada, sin escaparate, sin Instagram, Facebook.
Servir, servir y más servir. Siempre pienso que esa es la esencia del milagro, servir a los que lo necesitaban en aquel momento, 
Poner lo poco que tengo (menos incluso que un puñado de arroz), y que Dios lo multiplique para ayudar a otro.
Ese es el milagro que quiero pedir, que multiplique lo poco que tengo, pero, ¡hay que ponerlo en la olla!. Esos granos nunca se habrían multiplicado guardados en un estante.
Tengo la certeza de que el Señor sigue queriendo hacer milagros, pero necesita granos de arroz depositados en ollas. 
Hoy me toca ser grano de arroz y quiero ponerme al calor del Único que puede multiplicarme.
¡Gracias por el milagro del arroz! 

8 comentarios:

  1. Que buenísimo! ! Aplausos .me encantó! !!
    Saludosbuhos un placer leerte.

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    1. Es una historia que me la cotó mi madre, pero cuando fui a el lugar afirmaron que fue verdad. Un abrazo.

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  2. Esto es como la multiplicación de los panes y los peces. Pero, sintiéndolo mucho, yo soy como Santo Tomás: si no lo veo, no lo creo.
    Ahora bien, la historia es muy bella. Ojalá se produjera ese "milagro" todos los días con la gente necesitada que no tiene qué llevarse a la boca, que es mucha.
    Un abrazo.

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    1. Yo tambien no soy de las de creer pero parece ser que fue verdad, algo ocurrió con ese arroz. ójala hubiera ahora esos milagros sobre todo con la gente que pasa hambre. Un abrazo.

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  3. Durante la cruda realidad, por la que mucha gente está pasando a lo largo de tantos meses como está durando la pandemia, ojalá que algún espíritu bueno se acordase de ellos y se obrase el milagro de tener lo imprescindible para seguir viviendo, ya no solo de pan vive el hombre.
    Si algún día voy a Olivenza, visitaré la Capilla del Milagro del arroz, ojalá que aumente mi fe y me haga comprender que todo puede ser posible.
    Como verás, no me he olvidado de ti y te he vuelto a localizar.
    Cariños y mi agradecimiento.
    Kasioles

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    1. ¡Ojala! pasara un milagro con las necesidades de hambre en el mundo. Es en una casa cerca de la Iglesia donde daban de comer a los pobres. Gracias por visitarme. Yo te he añadido y si publicas me saldrá avisando en mi y así no tendré que buscarte. Un abrazo.

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  4. Fue como la multiplicación de los panes y los peces. Ojalá se pudiera obrar este milagro a diario para poder paliar el hambre en el mundo.
    Un abrazo.

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  5. Ya lo creo, pero esta historia debe de ser verdad, hay gente que fue testigo y todavia vive, entre ellos una profesora que me dio clases. Un abrazo.

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