El vestido fucsia
Para el tintero de oro
Desde lo sucedido, jamás había vuelto a
mirar ese vestido guardado en el fondo armario. Subí al trastero
a colocar la ropa de invierno y allí colgado bajo una funda de plástico estaba
el vestido. Cuando vi de nuevo la prenda y la toqué, la catarsis
removió mis entrañas.
El vestido lo había comprado en una tienda
de modas del centro, para asistir a una boda. Al entrar en la tienda, vi a un chico tras el mostrador. Me dirigí a la dependienta le
pedí el vestido fucsia que me había gustado, que estaba expuesto
en el escaparate. El primero que me probé me quedaba como un guante. Sin
dudarlo, lo compré. Al ir a hacer el pago me lo cobró él. Desde ese
momento nuestras miradas se cruzaron.
La boda que asistí era la de mi amiga que se celebró un
sábado por la tarde. Ese día lo dediqué a prepararme, fui a la peluquería; me
hicieron la manicura, me maquillaron, me peinaron un recogido que me
favorecía. La iglesia donde era la boda está cerca a mi casa y salí
ya preparada caminando con mucha elegancia hacia la iglesia, sentí las miradas
furtivas de mis vecinos y de la gente que me crucé en el camino. Tras la romántica
ceremonia y un beso de enhorabuena a los novios. Nos trasladaron en autobús hasta el restaurante donde se celebraba el convite de la cena. Un
invitado me ayudó a subir al autobús. Su cara me sonaba de algo, entonces me di
cuenta que era el cajero de la tienda.
—Estás muy guapa y elegante. Te favorece
el color del vestido. - Me dijo.
Se llamaba Emilio y era amigo de la
infancia del novio. Nos sentamos juntos y fuimos charlando hasta llegar al
restaurante. Buscamos en el cartel colocado en la entrada del comedor donde
indicaba el lugar correspondiente con nuestros nombres. Casualmente compartiamos
la misma mesa.
Desde entonces surgió una gran amistad y
nunca más nos separamos. A los dos años de conocernos, nuestras vidas se
unieron. Vivimos un intenso amor. La felicidad duró poco, hasta
que un día me llamó Emilio desde el trabajo:
—Nos vamos de cena con un cliente y su
esposa, ¡Ponte ese vestido que tanto te favorece!
Aquella noche, no supe que mi vida iba a
cambiar. Mi felicidad quedó truncada desde ese momento. Cuando íbamos hacia el
restaurante un fatídico accidente de carretera, segó la vida de mi amor. Yo
sólo tenía magulladuras, mientras que mi marido quedó gravemente herido. Murió
en mis brazos.
A pesar de haberlo lavado con un buen
detergente el vestido. Nunca más se borraron las manchas de sangre de Emilio
del vestido fucsia.
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