Vamos a la playa
Rocas del acantilado de Saconeta en Deba óleo pintado por Mamen Píriz (65 x 54 cms. )
Salvador
se dirigió hacia la autopista en dirección a la costa. Puso una cinta en el
radio-casette del coche, sonaba una melodía suave, un bolero cantado por Ana Belén. "Entre dos amores" Carmina no decía nada, sólo escuchaba y contemplaba las manos de Salvador que
sujetaban el volante firmemente. Apenas recorrieron unos Kms. Salvador tomó el
carril de salida de un pueblo costero, se incorporó a la carretera general, Carmina musitaba la canción muy bajito "Entre dos amores voy a la deriva uno me protege y otro es mi guía, uno me da hogar y otro vida, uno es amor y el otro me excita...
Antes de bajar al pueblo torció a la izquierda, hacia un camino que
llegaba hasta un acantilado. La playa está abajo entre rocas, arriba paró el coche, allí se ven unas vistas espectaculares, el paisaje desde lo alto es una maravilla. El cielo se divisaba de un color rosáceo, el horizonte entre el mar y el cielo, tenía un color azul claro que contrastaba con el oscuro del mar. Los rayos del sol entraban por el parabrisas del coche calentando suavemente la mañana. Salvador se volvió hacia Carmina mirándola como nunca antes la había mirado. Se la comía con los ojos y la deseaba. Estampó sus labios en los de ella, con la misma fuerza que las olas se estrellan contra las rocas, Carmina sintió con ímpetu el beso de Salvador, con un movimiento y presión delicada ella siguió besándolo con la voluptuosidad y la libertad, que crecía al ritmo de sus deseos. Se volvieron a mirar, en un instante no oían ni la canción, ni la melodía que se repetía y repetía...
Apenas se atrevían a decir palabra, sus ojos hablaban por ellos, se sentían como unos adolescentes enamorados, que por primera vez se besaban, sus miradas se volvieron a cruzar más cómplices, se sonrieron y se abrazaron, sus manos se unieron y el silencio se hizo dueño de ese momento.
Salvador rompió el hielo del silencio, se bajó del coche, cogió unas toallas del maletero y decidieron bajar
hasta la playa a tomar el sol, calentaba suavemente. Soplaba una brisa fresca, desde allí se oía el sonido de las olas, que removían la arena y arrastraban piedrecillas pardas dejando una espumilla blanca
mezclada con arena. Carmina se bajó del coche abstraída en sus pensamientos, sólo sentía en
su cara la brisa del mar.
Playa de Lapari en Deba óleo pintado en concurso al aire libre (73 x 60 cms.) por Mamen Píriz |
Siguió besándola por el cuello y escote. Los besos y carantoñas no
cesaron, Salvador le desató el sujetador del vikini dejándola al descubierto los
redondeados pechos, a los que acarició intensamente. Sintió los pezones erectos y los pechos tersos de Carmina. Ella ya de esa manera, no le importaba mas que corresponder de la misma forma, devolviendo los besos en el torso desnudo, acariciando a Salvador,
mientras se entregaban con mutua libertad dejándose llevar por la pasión, la
ternura y ese amor que claramente se habían anunciado. El le acarició la piel, hizo un recorrido por su vientre, cadera y muslos hasta llegar a introducir su mano entre sus bragas. Le acarició el clítoris, introduciendo sus dedo en la vagina, Carmina hizo un giro de placer que se humedeció al instante, su primer orgasmo afloro rápidamente. Ella correspondió y le acarició tocando su pene Salvador jimio y se agitó con placer. Pasaron un rato acariciando sus cuerpos, besándose hasta quedar extasiados.
Después de ese momento ella se quedó parada y pensativa
— ¿Qué piensas?, -le pregunta Salvador.
Carmina no contesta, le
sonríe pero, siguió pensando en la situación, se contradecía a sí misma, esto no
puede ser, pensaba en su marido, comparaba esos momentos vividos, con toda una
vida al lado de su cónyuge, no podía creerse lo que le estaba
ocurriendo. Amaba a su marido y deseaba a Salvador, ella pensaba que nunca
podría amar a dos personas a la vez.
Sus pensamientos le torturaban y no le dejaban vivir ese momento al lado de su amado, no era capaz de concentrarse y vivir el presente, un presente que caía por su propio peso. Carmina dejó que su pelo cayera sobre su cara, movido por la suave ráfaga de aire que sopló en ese momento.
Sus pensamientos le torturaban y no le dejaban vivir ese momento al lado de su amado, no era capaz de concentrarse y vivir el presente, un presente que caía por su propio peso. Carmina dejó que su pelo cayera sobre su cara, movido por la suave ráfaga de aire que sopló en ese momento.
Siguió un rato más, absorta en sus pensamientos, atrapada en ese sentimiento. Por su mente se cruzaron en loco tropel sus sueños y realidades; su cuerpo, su corazón tiene un dilema; Sus deseos y frustraciones en compleja amalgama; está enamorada y aunque lucha en solitario no consigue deshacer las cadenas que le atrapan en su amor. Ella pensaba que sólo la amistad les unía pero, esa amistad se está convirtiendo en algo más. Cupido se cruzó en su camino y ese amor que siente es muy bonito, está lleno de ilusión pero, también de dudas, contradicciones y miedos.
Salvador tomó su mano y apretó con
fuerza su mano con la de Carmina, Ella estaba sumergida y concentrada en sí misma, le
miró y con un gesto le indicó que se fijara en el mar, le dijo lo bonito que
estaba esa mañana y el contraste que formaban el azul del mar con el verde de las
montañas. Comentaron lo que a los dos les gustaba el mar, que siempre que
podían iban a dar un paseo, a modo de
reconstituyente, pasear y respirar el aire de mar, les daba los ánimos
necesarios para seguir trabajando día a día.
Hablaron de su situación, de lo
que significaban el uno para el otro. Salvador le comentó a Carmina que ha
pasado momentos muy contradictorios, que al principio negaba lo que
evidentemente le estaba ocurriendo pero, según iba transcurriendo el tiempo y cada ves la deseaba se más y más.
—¡Carmina!, Lo que ha ocurrido hoy estaba deseando
que ocurriera.
—Para mí ha sido maravilloso.
—¡Te necesitaba! -Esto tenía que ocurrir y me
alegro que fuera en este lugar ya que el
mar es nuestro mejor testigo.
—¡Me siento muy bien! -creí que todo podría ser distinto.
—¡Me siento muy a gusto!, estoy contigo y me han gustado tus
besos.
Salvador
miró el reloj, ya era la hora de volver a casa, el tiempo había pasado muy
rápidamente, de regreso hablaron de su situación y de sus respectivas familias.
Esto era lo que más les dolía ya que los dos tienen una familia formada y no
querian hacerles daño.
Acuarela de la playa de Lapari en Deba pintada por Mamen Píriz (30 x 40 cms) |
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