Salvador salió cinco minutos antes que Carmina. Se reunieron en la cafetería. Ya allí y se dirigió a la barra y pidió un vino. Un momento después entró Carmina y pidió un café. El periodista cogió lo servido en la barra y fueron a una mesa en un pequeño rincón iluminado con una luz tenue. Enfrente había una máquina de discos dorada muy antigua. Salvador buscó el teléfono que se encontraba en el fondo del bar, enfrente había un futbolín en el que jugaban unos jóvenes.
—Voy a llamar un momento a casa -sé disculpó- Avisaré a Charo que voy a comer, ya que esta mañana dormía y salí sin decirle nada.
Cuando volvió a la mesa, escuchó extasiado las palabras de Carmina:
—Eres tan bondadoso... Es poco frecuente descubrir tanta dulzura de corazón en un hombre. Cuando uno llega a amar hasta ese grado, debe disimular un poco. Se puede apurar el vino del amor, pero hay que dejar siempre una gota en la copa. La confesión de Carmina se le antojaba el canto más sensato al amor que hubiera oído Salvador desde hacía tiempo.
—¿Por qué me dices eso? Me enamoré una vez de esta mujer. Goce de veinticinco años de felicidad a su lado y le tengo mucho cariño. —¿Qué crees? ¿Que esto marca el límite? ¿Sería esta mi total ración de amor? Y después ¿Sólo habrá desesperación sin límites? Imagínate que nunca volvería a recibir nada de ella ¿Qué harías?
—Volver al lado de tu mujer y mantener la vida burguesa de siempre y dejándome en el olvido a mí para siempre.
—¡No, no te olvidaré jamás! -Prometió Salvador-
Sacó la cajetilla de tabaco del bolsillo y encendió un cigarrillo. Carmina permanecía apoyada en la mesa, dando sorbos a la taza de café que llevaba un rato vacía. Fija en un punto que no veía apenas porque un torbellino de imágenes y de preguntas sin resolver tenía su mente y su corazón en vilo transitando con cautela por el pensamiento. Estaban frente a frente y él le sostenía la mirada tan incrédulo como la primera vez. Carmina había sido seducida, fascinada hasta el punto de admitir el comportamiento de Salvador.
—Las mujeres sois mucho más discretas y más pícaras.- Sentenció el periodista-
—¿Acaso, lo lamentas?
—A decir verdad... no. En este punto tienes razón. Pero podría expresar numerosas críticas.
Salvador expelió el humo en una larga bocanada y apagó el cigarrillo. Carmina se recostó en la silla dispuesta a escucharle.
—El amor tiene una única regla: amar y enamorarse es mucho más fácil de lo que la mayoría de la gente cree. Cuando la persona que tienes a tu lado te ama, te escucha, te mima, comparte su vida contigo, todo va bien.
Pero... cuando el ambiente es gélido y las lágrimas están a punto de caerse solas, desbordándose de los ojos para deslizarse por las mejillas. Cuando ya nadie ama ni odia a nadie, entonces cuando ya has abandonado la pasión, se impone la sensatez de la ruptura. Y uno no se siente bien cuando la realización del deseo flota imposible en los recuerdos del pasado.
La ruptura es lo mejor del amor cuando ya no hay pasión. Y no se está bien, sintiendo que los deseos se dejan hundir lentamente en los recuadros. Las rupturas son como pequeñas nubes de niebla.
Carmina le escuchaba atentamente y recordaba lo que Charo le contó en su casa. No quería decirle nada a Salvador sobre esa cita, de momento.
—¿Y no será esa ruptura por otras razones?
—Si, por supuesto, me he enamorado de ti, es una razón. No sólo me he enamorado, sino que te quiero y te deseo.
—¿Ahí se agotan todos los motivos?
—¿Y por otra razón?- Le preguntó Carmina
—¿Y... Qué otra razón puede haber ?
—No es fácil de decir...
Salvador volvió a coger un cigarrillo. Se lo puso en la boca y la pintora se lo impidió cogiéndole la mano que sostenía el mechero. Mantuvo la mano de Salvador con la suya y se puso a jugar cariñosamente con sus dedos.
—Tengo la certeza, que si dejas de fumar... tus problemas de salud mejoraran.
—Ya sabes que el tabaco te perjudica y mucho. Sólo tienes que poner de tu parte y dejarlo.
Salvador se quedó pensativo y apretó la mano de su amada.
—¿Bueno de este asunto ya hablaremos? -Miró el reloj- ¿Nos vamos?- le dijo Salvador
—Deja que yo salga primero, tú puedes esperar cinco minutos, no es conveniente que nos vean salir juntos. Por si las moscas... -bromeó Carmina-
Carmina se levantó. Salvador la contempló mientras se dirigía a la puerta, con su larga cabellera oscura balanceándose sobre sus hombros, meneando las caderas más que de costumbre, ya que intuía su mirada clavada en ella.
—¿Es posible? -exclamó el periodista para sí, al comprobar que la puerta se cerraba tras ella.
—¡Estoy loco de amor por esta mujer! Y se fue sin decirme ni adiós.
Se acomodó en la silla, sorbió de un trago el resto de vino mientras esperaba que pasaran los cinco minutos.
—¿Otra razón? ¿Mis problemas de salud? - se preguntó-
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Interesante de veras este relato y por un motivo evidente para mí que no es otro que, por el momento, el personaje masculino pone en evidencia su falta de sinceridad, su capacidad para engañar e incluso para engañarse a si mismo. El quiere poner en evidencia que le gustan las aventuras pero no los compromisos pues comienza expresando que tiene cariño a la mujer con la que lleva viviendo 25 años: es decir, no se hace daño a quien queremos. Lo que puede hacer ella, es desengancharse. Es solo mi opinión y mis prejuicios y es fácil que tu historia tome muy diferentes derroteros. Un abrazo.
ResponderEliminarSigue leyendo y verás en qué acabará esta historia. Gracias por tu interés. Un abrazo.
EliminarEsa falta de sinceridad no puede llevar a nada bueno Un buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo
El relato va poco a poco y ya veremos cómo acaba. Un abrazo.
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