La cita no fue posible
Enfermo en cama |
Salvador tentó la mesilla de noche con la palma de la mano hasta alcanzar la funda de sus gafas. Se las puso para consultar el termómetro recién extraído del sobaco. La penumbra del dormitorio le permitió observar la línea de mercurio detenido cuatro centígrados más allá de los treinta y ocho grados. Una inoportuna gripe invernal, la gripe siempre lo es, le impedía acudir a la cita, días atrás convenida, con su amada artista. Pocos momentos antes su mujer había salido de casa. A pesar de los escalofríos y el sordo dolor de las articulaciones y de la zona lumbar se levantó y se dirigió a la sala.
Marcó el número de teléfono de Carmina. Colgó al cuarto timbrazo. Marcó de nuevo y volvió a cortar finalizada la cuarta señal. No estaba en casa. Le extrañó que, habiendo quedado en verse, se hubiera ido la pintora. Aunque, ¿por qué habría de resultar extraño si aún faltaba más de hora y media para la cita y posiblemente habría salido de compras? No le quedaba más alternativa que llamarle al móvil pero comprendió inmediatamente que iba a incurrir en una imprudencia pues ese número quedaría grabado en la memoria de su teléfono. Las posibilidades de comunicación con su amada quedaban definitivamente anuladas pues su mujer no tardaría apenas unos momentos en regresar a casa. Se asomó a la ventana y echó un vistazo al grisáceo día de primeros marzo empapado por una fina y neblinosa llovizna. Volvió a la habitación y a la cama. Sintió un alivio al distenderse poco a poco su dolorido cuerpo. Se centró en el recuerdo de Carmina.
¡Cómo hubiese deseado y apetecido su presencia en su cabecera! Ella acariciaría los cabellos y él juguetearía con sus dedos en las manos entrelazadas. Bromearían y se dirigirían palabras de amor entretejidas en breves frases. Anhelaba su presencia como siempre, aunque más en esta ocasión pues, se sentía desesperado, inerme, sólo y afligido por la enfermedad. Amaba a esa mujer y en muchas horas insomnes en la que la noche taladra su tenebrosidad en las mentes y en los corazones, se había imaginado junto a ella para siempre. Pero la luz de la razón que, por débil que sea, se resiste en los humanos a ser engullida por los arrebatos pasionales, le sacaba del bullicio sentimental y le acompañaba hacía los prados de la sensatez para advertirle que, en demasiadas ocasiones, la convivencia es la mejor enemiga de la pasión, de la espera ansiosa, del descubrimiento de algo nuevo en él o ella. Que puede matar el embrujo mutuo hasta derivar en un terrible y mero soportarse recíproco. Salvador dio un fino braceo en la cama, como si esta idea o reflexión le zaheriera en lo más profundo de sus sentimientos. Intentó evadirse en el recuerdo del próximo artículo que debía publicar en el periódico. No lo logró.
¡Carmina...! ¡Carmina...! Su recuerdo estaba profundamente grabado en su memoria. La imagen de Carmina vaporosamente cubierta con el cortísimo salto de cama y un tanga que apenas le cubre su zona genital le provocó una subida de erección. Se bajó el pantalón del pijama y comenzó a masturbarse. La imagen de la artista, las caricias de su cuerpo y el rítmico movimiento de sus nalgas facilitándole el suave roce del pene en el interior de la vagina le inundaron de un dulce bienestar que facilitaba el intenso placer de la eyaculación. Maldijo entre dientes cuando escucho el ruido del cerrojo y la apertura de la puerta.
Yo ante una obra obtenida trabajando con desgana y rabia. |
En primer lugar le parecía raro que no la llamara y en segundo lugar que no viniera. Impaciente esperó y esperó con una mezcla de calma e inseguridad. Cuando volvió a mirar al cuadro tenía unos trazos que le gustaron, mirando desde una cierta distancia. Había logrado un nuevo estilo de trazos, sin proponérselo. Miraba y no conseguía descifrar lo que había plasmado en los trazos pero decidió dejarlos así.
Miró en el bolso y el recuerdo de Salvador la obsesionaba. Extrajo el móvil de la pestaña interior, buscó el número e hizo la llamada. Al otro lado de la línea una voz casi silenciosa contestó:
— Si.... si...
— Salva... Salva... amor... ¿por qué no vienes? te espero...
— Si... si... y colgó.
Carmina se quedó sorprendida con el móvil en la mano, se dio cuenta que Salvador, por su forma de contestar, no estaba solo, seguramente estaría acompañado de su esposa o de algún hijo, por eso le colgó.
En ese momento decidió volver a casa. Antes volvió a mirar el cuadro, solo aquellos trazos que había pintado le devolvió a la realidad, que estaba allí, esperando sin obtener ninguna respuesta a esa cita, insegura de que se volverían a ver ese día. Se vistió el abrigo, se puso un pañuelo en el cuello y fue andando hasta su casa.
El paseo le sirvió para volver a pensar si esa relación con Salvador, tendría futuro. Estaba convencida de que se querían y pretendía reforzar en su corazón ese amor. Pero como contrapeso, existía el imponderable de que los dos, tanto ella como Salvador tenían sus respectivas parejas, cada uno había formado una familia ¿Sería legítimo destrozar esas dos hermosas familias? -se preguntó consternada-
Por otra parte Salvador tenía que solucionar su problema de flacidez, que ya había iniciado los primeros pasos al ir a consultar con el médico ,tomándose unas pastillas de Maca, producto natural, que se lo recomendó el médico antes de optar por la inequívoca efectividad de la Viagra.
Continuará...
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