Indigente |
…el otro, hombre o mujer, siempre muerto, seguía allí tumbado en una
esquina del banco, pasaba la gente y nadie se paraba a ver qué es lo que le
ocurría. No era el típico banquero con traje y corbata, ¡no! A ese tipo de persona
la gente lo atiende y le mira, ¿verdad? Era un pobre desgraciado que no tenía
donde caerse muerto. Su aspecto en sus ropas, en su pelo grasiento y sin afeitar, no
da confianza, ni tan siquiera para mirarlo. Era un sin nombre y parece ser, que la
humanidad en la gente ha desaparecido. Allí estaba y allí seguía
tieso.
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