Dorotea es una anciana de casi 100 años que acaba de
llegar del hospital muy enferma. Ingresó hace pocos días en la residencia donde
trabajo de auxiliar. Cada día viene una enfermera del hospital, a
curarle las úlceras que tiene en la parte del coxis,
producida por el prominente hueso y en los talones por rozamiento. En el
parte de la mañana nos informan que hay que desinfectar la herida y tenemos que
avisar cuando le hagamos el baño. La tratará la enfermera que viene de la
atención hospitalaria a domicilio. Cambiamos la cama con ropa limpia y la
dejamos acostada y preparada para que la atiendan. La enfermera no tardó mucho
en venir. Me pidió ayuda para sujetar a la anciana mientras, que ella hace su
trabajo. Le limpió las zonas afectadas y le puso un emplasto de pomada que parecía
un mazacote. En vez de ponerle menos cantidad y estirarla con
suavidad le puso mucha pomada. Encima le colocó un apósito y se marchó
más pronto que tarde. Me cogí un cabreo y llamé a nuestro jefe
de enfermería para que le supervisara la cura. El enfermero vio el desaguisado
y el vendaje que hizo la joven y me dijo:
—Esta es nueva y no sabe por dónde le da
el aire.
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Hola,Mamen.
ResponderEliminarY tan desaguisado! Me ha hecho gracia encontrarme con este relato y con las palabras del reto de la familia compulsiva. Jeje
Yo me retiré. No tengo tiempo para más obligaciones. Te mando un abrazo.
Ana Palacios, quise hacer un relato demasiado rápido para ese concurso. A veces hay que tomar un descanso. Un abrazo.
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