Carmina tiene una visita
El recibidor. |
Los rayos del sol brillaban y se reflejaban en los cristales de las ventanas abiertas del edificio de la cuarta planta. Algunas estaban cerradas y protegidas por contraventanas verdes. La puerta de la entrada de hierro forjado estaba abierta. Todo el edificio estaba rodeado por una verja pintada de verde. Un estrecho camino flanqueado por un jardín de pensamientos de todos los colores le llevaron al portal de la casa. Tocó el timbre, esperó a que le abriera el portero. Preguntó en qué piso vivía la pintora. El portero le indicó el piso. Sin coger el ascensor, Charo subió decidida las escaleras hasta la segunda planta.
Llevaba en la mano la chaqueta de un traje pantalón color marrón. La prenda se conjuntaba con una blusa verde claro que realzaba el moreno de su tez y le resaltaba más el color de sus ojos verdes. Dudó en llamar a la puerta, esperó unos segundos y tocó el timbre. Carmina se asomó la mirilla y no reconoció a Charo, abrió la puerta. Se quedó sorprendida de la visita y la invitó a pasar.
—Buenas tardes, señora Rabie- le saludó amablemente. ¿A qué se debe tu visita?
Charo la miró inmóvil, sin moverse de la puerta.
—Una de las razones de mi visita es porque le debo una disculpa por mi comportamiento del otro día y de paso a ver el retrato que has hecho de mi marido ¿si lo tienes acabado?
—¡No, no está acabado, me faltan unas cuantas pinceladas además, no lo tengo en casa, mis trabajos los tengo en el estudio. Pero.... si quieres otro día te invito a mi estudio y lo puedes ver, aunque prefiero que lo veas acabado. Te puedo enseñar otros cuadros míos que tengo aquí por la casa.
—¡Pasa, pasa, por favor! - Le invita a pasar de nuevo-
—¡Ya estás disculpada! comprendí en todo momento tu nerviosismo y tu estado de desesperación en el hospital.
—¿Qué tal va evolucionando tu esposo? -le preguntó a continuación-
—¡Va bien! en dos días le dan el alta.
—¡Que bien! me alegro Charo.
—¿Entonces volverá a casa?
—¡No exactamente!. Hay un asunto que quiero hablarte.
Carmina dudó extrañada. Al final tras mirarla se hizo a un lado y le indicó a entrar en el recibidor.
—¡Pasa, pasa, por favor!
Comedor tallado. |
El recibidor le resultaba muy agradable. En algún lugar de la casa sonó un reloj. Frente al recibidor, estaba la cocina y a la derecha, el comedor con una enorme mesa de madera tallada rodeada de sillas tapizadas en la que podían sentarse una docena de comensales. Junto a la pared había dos aparadores uno frente al otro, con adornos de plata y cristal sobre ellos. Brillaban a la luz del sol que se reflejaba por la ventana abierta. Encima, en la pared unos grandes cuadros colgados firmados por la pintora.
—¡Siéntate por favor!- le indicó Carmina indicándole un sofá en el salón.
—Gracias- Charo puso su chaqueta en el respaldo del sillón.
Salón de la casa. |
Un sofá de color salmón, ocupaba parte de las cristaleras, el fondo la chimenea del salón, enfrente dos butacas tapizadas del mismo color, al lado del balcón una mecedora. Entre las butacas y el sofá una mesa baja de cristal con cuatro patas torneadas de madera. En un rincón una mesita con una lámpara y el teléfono. Dos grandes ventanales con cortinas lisas y en las paredes varios cuadros. Aquella habitación emanaba una sensación de serenidad. Charo parecía sentirse incómoda en aquel elegante escenario. Antes de tomar asiento se detuvo frente a la librería que estaba detrás de los sillones y llegaba hasta el techo. Los libros abarrotaban todos los anaqueles.
—¿Cuántos libros, son tuyos?- preguntó.
—Bueno, unos son míos, pero la mayoría son de mi marido, Salvador es un gran lector.
—¿Los has leído todos?
Ella miró como si no entendiese la razón de la pregunta.
—¡Por supuesto que no! Leo algunos que me interesan pero... no todos.
—Se dirigió hacía una butaca y señaló el sofá a Charo mientras sentaba en una butaca.
—Ponte cómoda Charo, ¿te apetece un café o un refresco? - le ofreció Carmina.
—No, pero si me apetece un poco de agua, ¡por favor!
Carmina fue a la cocina y trajo en una bandeja una jarra llena de agua con dos vasos. A ella todo aquello le producía una extraña tirantez, pero estaba dispuesta a escucharla.
—Has dicho que tenías que hablarme de algo. -preguntó la pintora-
—No es tan fácil lo que te voy a contar. Hay cosas que tú desconoce y que debo decirte.
—En ese caso cuéntemelas, te escucho con atención.
Cuando despidió en la puerta a Charo, Carmina cerró y se quedó pegada a la puerta de la entrada aturdida. Primero por la visita y después porque Charo se atreviera a confiar en ella y contarle algunas confidencias sobre Salvador. Que pudiera contárselas con tanta facilidad. Le había parecido tan fácil abrirle el corazón y el alma y revelar todas las cargas que llevaba, todo lo que había tenido que pasar y confiárselo a ella.
De pronto Charo se encontró con que no sabía ni que decir ni que hacer y se recostó en el sofá. Las lágrimas asomaron a sus ojos. La dura mujer que en el hospital le había parecido a Carmina ahora se sinceraba con ella como si de una amiga íntima se tratara.
Carmina pasó el resto de la tarde recordando la conversación que mantuvo con Charo y meditando sobre la situación en que se encontraba ella en este triángulo trazado entre el amor y la amistad. Sólo la llegada de Joan y sus hijos le hizo que sus pensamientos dejaran de latir en su mente.
Ya tenía la cena preparada y en la cocina cenaron todos en familia. Después de cenar y recoger la cocina, los chicos y Joan fueron a ver la televisión y Carmina se fue a su habitación, estaba cansada y prefería estar sola. Una vez en la cama cogió el libro que tenía sobre la mesilla y acostumbraba a leer antes de dormir, convencida de que embebida en su historia dejaría de pensar en la suya.
El sonido del aparato que llegaba hasta la alcoba no le dejaba concentrarse en la lectura. Afloró el cansancio y no lograba enterarse de lo que leía, dejó el libro sobre la mesilla y apagó la luz, dispuesta a dormir. Las escenas del día se repetían en su mente con tal fuerza que le inquietaban cada vez más. Se durmió. Unas dos horas y más tarde se despertó sobresaltada.
Su marido dormía plácidamente a su lado. Se levantó y fue al baño, se mojó la cara y volvió a la cama. Carmina pasó el resto de la noche en blanco, con los ojos fijos en el techo. La angustia se apoderaba de ella. Rogó a Dios que disipara las tinieblas en que se debatía.
Continuará...
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Serágrave lo que le han contado. El suspense está servido.
ResponderEliminarUn abrazo
Poco a poco se sabrá lo que pase. Un abrazo
EliminarPues quedo deseando de saber el enlace, no digo nada, lo dejo para que nos asombres.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Mamen.
El los siguientes capítulos se va sabiendo. Un abrazo.
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