La entrevista
La sala de exposiciones iluminada solo con la luz que entra en el techo circular de cristal, deja en vacío de colorido los rincones de paredes lisas, al tiempo que
inunda de luz el arte pictórico, lujosamente enmarcado en oro o maderas nobles.
Son las nueve y media de la mañana y el recinto no se ha abierto aún al
público. Carmina se contempla así misma en la imagen. La gabardina entreabierta
descubre su discreta minifalda, unos zapatos de tacón alto le realzan las
piernas sin medias.
Suena el timbre de la entrada. Con un suave giro de cabeza desplaza su negra melena hacia atrás y se frota las palmas de las manos en un inequívoco tic nervioso. Abre la puerta. Tiene ante sí a Salvador el periodista delgado y bastante alto que le telefoneó ayer a la tarde solicitándole una entrevista con motivo de la sexta exposición de sus cuadros. Carmina apenas conoce al periodista, si bien le entusiasman los artículos semanales que, en calidad de crítico de arte, pública en un periódico de provincias. La entrevista fue corta, apenas duró veinte minutos, pues ocurrió algo sorprendente, se habían despedido unos segundos antes y Carmina se disponía a cerrar la puerta, cuando Salvador la detuvo con su mano y clavó la mirada en los ojos de la pintora. Carmina reaccionó de la misma forma. Se contemplaron inmóviles, en silencio, hasta que la mujer, algo turbada le entregó una tarjeta con su dirección y número de teléfono, por si, balbuceó, deseaba entrevistarla en otra ocasión.
Inquieta dio una vuelta por la sala mordiéndose los nudillos del puño, se detuvo ante su cuadro preferido, un precioso atardecer marino donde el sol en su ocaso tiene una fina alfombra plateada sobre el tenebroso verdemar. Se siente estúpida. La viveza de la imagen de despedida le produce una borrosa percepción del lienzo, le he entregado algo más que mi dirección, se enfurece consigo misma, le he transmitido mis sentimientos.
Suena el timbre de la entrada. Con un suave giro de cabeza desplaza su negra melena hacia atrás y se frota las palmas de las manos en un inequívoco tic nervioso. Abre la puerta. Tiene ante sí a Salvador el periodista delgado y bastante alto que le telefoneó ayer a la tarde solicitándole una entrevista con motivo de la sexta exposición de sus cuadros. Carmina apenas conoce al periodista, si bien le entusiasman los artículos semanales que, en calidad de crítico de arte, pública en un periódico de provincias. La entrevista fue corta, apenas duró veinte minutos, pues ocurrió algo sorprendente, se habían despedido unos segundos antes y Carmina se disponía a cerrar la puerta, cuando Salvador la detuvo con su mano y clavó la mirada en los ojos de la pintora. Carmina reaccionó de la misma forma. Se contemplaron inmóviles, en silencio, hasta que la mujer, algo turbada le entregó una tarjeta con su dirección y número de teléfono, por si, balbuceó, deseaba entrevistarla en otra ocasión.
Inquieta dio una vuelta por la sala mordiéndose los nudillos del puño, se detuvo ante su cuadro preferido, un precioso atardecer marino donde el sol en su ocaso tiene una fina alfombra plateada sobre el tenebroso verdemar. Se siente estúpida. La viveza de la imagen de despedida le produce una borrosa percepción del lienzo, le he entregado algo más que mi dirección, se enfurece consigo misma, le he transmitido mis sentimientos.
A partir de ahí la ansiedad de Carmina crece al mismo
ritmo que la sucesión de imágenes fugaces, superpuestas, cálidas y anhelantes.
Contempla
su mano temblorosa tecleando el número de teléfono de la redacción, la voz, las
palabras expresadas al comienzo en tono profesional, sus encuentros posteriores
en la cafetería de costumbre, la recíproca mirada que anula por instantes la
discreción de personas casadas, la dolorosa despedida en las vacaciones de
verano, su respiración agotada cuando de regreso extrae del sobre la postal de
su amigo. ¿Amigo?, ¡Solamente amigos?.....
Ignoro lo que pasará más adelante con el periodista y Carmina, pero sí tengo que decirte que lo que más me impresionó ha sido ese precioso cuadro de un atardecer. Me encantan las puestas de sol.
ResponderEliminarFelicitaciones por tu arte.
Cariños.
Kasioles
Pues si quieres saberlo sigue la historia. Es un cuadro que tiene un atardecer bonito y creo que aparece en la historia. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bien esta primera parte y muy bonito el cuadro Mamen. Ahora veremos que pasa en la 2 parte
ResponderEliminarMis felicitaciones
Un abrazo
Puri
Dulcinea es una historia mas larga que de una segunda parte. Ya lo iras leyendo. Un abrazo.
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