Despertar
Despierta al alba, una tenue claridad se desliza por las
altas montañas. Carmina, cubierta con una bata anuda el cinto y se asoma a la
ventana de la sala, siente frío ante la primera corriente del aire fresco del
amanecer mira el reloj y se arrellana en la butaca de funda floreada con un
libro de Antonio Gala en las manos. Se trata de la última publicación, “Corazón
tardío”. Todavía queda una hora para
despertar a los niños. Hojea con interés la obra del escritor andaluz
deteniéndose en distintos pasajes de la poética e intimista narración. Ha
topado con una página y no aparta los ojos de ella pero no ve sino manchas
oscuras donde apenas un instante había letras. Parece que el tiempo se hubiese
detenido. Carmina no percibe, sólo piensa en lo que acaba de leer; El amor es la amistad íntima de la que
disfrutamos esporádicamente, una amistad
desprovista por lo tanto de rutinas e insignificancias cotidianas.
Cierto
es que hay muchas definiciones sobre el amor pero casi todas, al menos así lo
entiende Carmina, se mueven en un contexto prefijado de valores convencionales,
en lo que ahora se denomina lo políticamente correcto; pero no, hay algo
en esa reflexión que preludia una
ruptura de moldes prefabricados, algo que quizás otros han intuido pero no se
ha atrevido a expresar por el infundido temor a emitir un juicio basado en el
provecho personal o en una fuga de responsabilidades.
— ¡Mamá! ¿Estás hablando sola? -Carmina, contrae
instintivamente sus músculos abdominales en un vano esfuerzo por mitigar el
rubor que pigmenta su rostro.
— Bueno, no... Quería saber si soy capaz de
interpretar como si estuviese en el escenario de un teatro un fragmento de este
libro de Antonio Gala que me ha gustado mucho.
— Pero... ¡ala!, Vete a la cama y aprovecha la media
hora de sueño que té queda.
— El hijo más
joven de Carmina, despeinado y con los ojos hinchados por el sueño observa a su
madre con incredulidad
— ¿Antonio Gala? -¿Sabes que es maricón?
Carmina que ha recobrado la compostura se
acerca a su hijo, lo besa en la frente y le acompaña a su habitación. Va a la
cocina, saca del frigorífico la mermelada, las rebanadas de pan para tostar y
del armario color castaño el bote de Cola- cao, enciende la radio que le saluda
con una melodía americana y se dispone a preparar los desayunos.
La cita
Una vez más ha quedado sola en casa. Sus hijos habrán
comenzado ya la primera clase en el Instituto. Abre la ventana de la habitación
de los chavales para que, los rayos del sol primaveral inunden el recinto
orientado al este. Se dispone a hacer las camas cuando suena el teléfono.
Embargada por la emoción, escucha la voz de Salvador que le invita a salir con
él pues, dispone de tres horas libres esa mañana. La conversación no ha sido
larga, más bien corta pero Carmina cree haber intuido algo especial, inusitado
hasta el presente en la voz de Salvador. Es cierto que la transmisión de sus
palabras no ha reflejado ninguna circunstancia o sensibilidad distinta a la de
otras ocasiones, pero había algo, algún mensaje subliminal en su modo de
expresarlas.
Ataviada con un ceñido suéter verde que realza
provocadora sus pechos, una corta falda negra y unos zapatos de tacón alto, ha
amontonado junto al fuego eléctrico de la cocina unos botes de comida
precocinada, antes de pulsar el botón del ascensor. Una vez dentro, se
contempla en la oscura imagen del espejo estrecho y rectangular. La imagen le
devuelve el recuerdo de su ropa interior. No era consciente hasta este momento
de que se ha puesto el sujetador y las bragas más sexy de su colección del
armario.
Un tibio sol de junio preside el firmamento
azul, ribeteado por finas franjas de nubes albinas. Las semillas que transporta
la brisa desde las altas montañas en flor impregnan de aroma de sauce y
tulipanes las calles de la ciudad que, todavía no han sufrido la agresión
ambiental de la circulación.
Carmina
camina con paso decidido por la acera flanqueada por charcuterías, una
panadería, dos cafeterías y una tienda de lencería, Tuerce por una bocacalle y
a unos pocos metros se detiene en seco para continuar caminando con una ligera
vacilación. Ha visto a Salvador comprando el periódico en el quiosco. El
periodista también ha advertido la proximidad de su amiga. Están frente a frente. Se miran sonrientes a los
ojos. Apenas han intercambiado algunas frases de saludo mientras caminan
juntos, Salvador inicia un tímido intento de apretar la mano de Carmina en la
suya pero, en el último instante ha optado por reprimir el cariñoso gesto.
— Carmina, ¿damos un paseo en coche?
— Sí ¿Por qué no? -ha respondido ella con firmeza.
— ¿Dónde quieres que vallamos?
— Donde tú quieras.
El automóvil discurre veloz a la izquierda de
una avenida de hayas. Carmina rodea con su brazo los hombros y el cuello de su
acompañante hasta acariciarle con un dedo su mejilla recién rasurada.
La
ciudad ha quedado atrás.
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