Foto de guerra cogida de internet. |
Habían pasado dos semanas, una vez acabada la jornada en la redacción Salvador estaba ordenando su mesa. Por la pantalla asoma un teletipo de la agencia Efe.
<Emboscada
en Albania, fallecen dos soldados y un periodista español>, en la región de Tropoje, en la frontera norte de Albania, cuando me encontré en el medio de tiros de kalashnikov de bandas mafiosas y miembros del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK).
No indican los nombres ni documentación alguna, Salvador llama a Rosa:
—¡Rosa! Ven rápido, mira esta noticia, vamos a averiguar de quien se trata, llamaremos a la agencia.
A Salvador le dio un vuelco el corazón, sus manos le temblaban, y su semblante pálido contrastaba con el color moreno de Rosa. Se confirmó el presagio, se trataba de Argimiro. Ya no había duda. Su Jefe había fallecido. Rosa nerviosa, salió a prepararse una manzanilla en la máquina del pasillo.
Salvador como pudo y por inercia telefoneó a su amada:
—¡Carmina, cariño! Con voz temblorosa espetó; ¡A mi jefe, le han matado!, lo dice el teletipo.
—Salvador apenas podía sostener el teléfono.
Carmina Insiste a Salvador:
—Habla muy despacio y con claridad. ¿Qué es lo que han dicho en el teletipo?
—¡Le han matado, le han matado! ha muerto en una emboscada.
—Pero... Salva ¿A Quién han matado?
—A mi jefe, a Argimiro ¿No lo sabías? ¿No has visto el telediario?
—No, respondió Carmina-
—Ahora escúchame... voy a colgar, te llamaré mañana...
—¡Salva! -Dijo Carmina desesperada espera un momento, tengo que hablarte-
—¡No puedo! ¡No puedo!-contestó muy afligido Salvador y colgó el teléfono.
Su atenazada y dolorida garganta no le permitía emitir ya ningún sonido. Se quedó mirando el aparato fijamente un largo rato, sentía ganas de llorar. Si pudieran derramar lágrimas sus ojos se sentirían aliviados, pero no podía llorar. Lo único que podía hacer era permanecer sentado y con las manos sobre la cara, cabizbajo, meditando.
Entonces recordó el sobre que le había entregado Argimiro en la inauguración, un día antes de partir para Kosovo. Lo había guardado en el cajón de la mesa, bajo un montón de folios en blanco. Durante un instante dudó en cogerlo. Lo abrió, y en él había una carta dirigida a Salvador y una cinta de vídeo. Deliberó consigo mismo, si verla o no, o lo aplazaría para el día siguiente. Hasta dudaba si tuviese fuerzas para levantarse hasta la mesa de la televisión y poner en marcha el aparato. Colocó la cinta en el vídeo y cogió el mando. Se sentó en la silla sin soltar el sobre. Dentro había una carta que decía así:
Salvador,
si estás leyendo esto, es que no he
vuelto de Kosovo. Repetidas veces he presentido mi mala suerte, pero si he
regresado sin que me ocurriera nada, la abriría contigo. ¡Ojalá! suceda lo mismo en esta ocasión, y podamos los dos juntos ver la cinta.
Si no es así, coge la película y mírala tú. Cuando le hayas visto te darás cuenta
que te he salvado de una situación desagradable a la vista de la gente que te
pueda conocer. Aunque muy agradable para ti por lo que se puede contemplar.
Cuando té vi con esa mujer, presumí en
ti un cambio importante y me dije; esta mujer formará parte en la vida de mi
compañero. ¿No sé si os disteis cuenta ayer que había unas cámaras por el paseo? con la gran suerte de que eran de nuestra empresa y pude ver yo mismo de
primera mano el reportaje. Así que guardarla o deshaceros de ella, según te apetezca.
Querido
compañero, con mis sentimientos más queridos. Tu amigo:
ArgimiroSalvador arrugó la carta entre sus manos y la colocó sobre la mesa. Se puso a ver la película. Aparecían en el paseo de la playa cogidos de la mano, dándose un beso en el momento que les captó la cámara. Guardó la cinta en el cajón bajo llave y se fue a su casa.
En casa le esperaba su esposa que ya se había enterado de la muerte de Argimiro. Él, sin decir palabra, se retiró a su dormitorio. Retiró las sábanas doblándolas en un nítido triángulo blanco a la luz de la lámpara de la mesita de noche. Se encontraba demasiado fatigado para desnudarse, se descalzó trabajosamente con movimientos rígidos y doliente, apagó la luz. Pero no lograba conciliar el sueño, los recuerdos de Argimiro le atropellaban en la cabeza:
<Celebraremos mi regreso junto, como otras veces> -recordaba Salvador-
—Quizá, no debí dejarle ir, debí obligarle que se quedara. Quizá tuve que insistir mas a que se quedara...
Tendido en el lecho, trataba con los ojos cerrados, de hacerse a la idea de que nunca más sonaría el teléfono para oír la voz ruda de Argimiro.
<Me encuentro de nuevo en la ciudad, ven y tomaremos unas copas juntos>
¿Cómo puedo no aceptarlo? El más cabal de los profesionales, con sus aptitudes lingüísticas y su constante ir y venir del extranjero, siguiendo los conflictos de los diversos países. Espectador de la violencia. Pero, no existe ningún método infalible para permanecer indemne de las atrocidades. Salvador fijó la vista sobre su mesilla y se quedó dormido.
Creyó oír el teléfono en sueños, pero al despertarse, la habitación estaba silenciosa. Se levantó y fue al cuarto de baño, se lavó las manos y la cara y se secó con una toalla. Volvió a la cama de manera que mientras dormitaba agitado, se le antojaba estar ahogándose en el mar, que Carmina lo rescataba. A la mañana siguiente recordaba un sueño breve. Se oía la voz de una mujer, ligera y clara que decía:
Je’t aime, je’t aime, je’t aime...
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Continuará ...
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