Visita al hospital
Enfermera y paciente pintado al óleo. |
Por la tarde la pintora fue a su estudio. En el pasillo en una esquina, encontró el sobre en el suelo. Lo recogió y al ver que estaba dirigido a Salvador lo guardó en un cajón. Se puso a pintar pero, estaba demasiado inquieta para trabajar. Decidió ir al hospital a visitar a Salvador.
Sobre las seis de la tarde cuando llegó. Salvador ya le habían pasado a planta, preguntó en recepción el área y el número de habitación, cuando entró en la habitación, Salvador aún tenía la máscara de oxígeno en la nariz y mantenía la misma postura semi-levantado.
En esa unidad, ya no estaba tan vigilado solo una enfermera muy joven entró a tomar la temperatura, aprovechando que la enfermera salió, les dejó solos, Carmina se acercó a la cama. Le cogió la mano y le dio un beso en la mejilla. La voz de Salvador parecía más vigorosa, mientras sus colores, a la luz de la lámpara, eran casi normales.
Salvador aseguraba que se encontraba francamente bien, sin dolor alguno, e insistió que se levantaría si no fuera porque el médico se lo había prohibido. Sus primeras palabras no fueron para preguntar por su mujer, sino para preguntar por su compañero.
—¿Qué sabes de Argimiro?
—De momento no se nada, me imagino que trasladarán su cadáver en avión.
—Pero ¡bueno! No te preocupes que ya estarán todos los trámites en manos de su familia.
—Supongo que será enterrado en el panteón que la familia tiene en si pueblo natal. Ahora tienes que empezar a aceptar la realidad de su muerte.
Carmina trató de desviar la conversación para que no pensara más en ello.
—Trata de descansar cielo.-le dijo.
Salvador le pidió un poco de agua que ella sirvió cuidadosamente, más como una enfermera que como amante. Después de extenderle el vaso:
—¿Con esto tienes bastante?- preguntó, mostrando el vaso a Salvador-
—De sobra -contestó él-
Carmina se sentó borde de la cama y dejo el vaso de agua en la mesita. En ese momento llamaron a la puerta, era su esposa. Se dirigió a Carmina:
—Los médicos me han dicho que permanezca tan tranquilo como sea posible.
—¡Lo veo bien y tranquilo! Tiene mejor color que esta mañana.
—¿Estaba contigo esta mañana?
—Si, había venido a mi estudio y en el momento de entrar, se cayó desmayado al suelo.
—Enseguida llamé al servicio de urgencias.
—No te conozco ¿ Quién eres?
—Me llamo Carmina, soy pintora y he conocido a tu marido cuando me ha hecho unas entrevistas para la revista.
—En ese momento entró la enfermera de turno para tomar la tensión y la fiebre:
—¿Pueden salir un momento, por favor?
Carmina y Charo salieron al pasillo. Al final del pasillo en la sala de espera en un rincón hay una máquina de refrescos y cafés. Con unas monedas y sacaron unos botellines de agua. Se sentaron en una de las butacas. Charo se refirió a Carmina:
—Creo que no te das cuenta lo enfermo que está. Los médicos me han dicho que permanezca tranquilo. Que le evitemos noticias desagradables. Salvador está enfermo hace muchísimo tiempo y ahora está todo a punto de terminar.
—No piense así mujer - le dijo Carmina.
—Quien sabe, si después de 25 años que llevo casada con él, ahora todo se terminará.
—Habla como si esperara un desenlace. Tan grave está Salvador.
—No, no parece grave lo que tiene. Pero para mí Salvador está muerto hace mucho tiempo.
—¿A qué se refiere, quiere quedarse viuda?
—¡No, eso nunca! -afirmó ella- Echó una mirada a su botella de agua y bebió de mala gana, con ademán de virtuosa solterona.
—¿Por qué?
—Porque lo amo y es el padre de mis hijos -contestó Charo de manera categórica.
—Amar... -musitó Carmina. Sacudió la cabeza perpleja. Se levantó y dio una vuelta por la sala y se sentó en la silla que estaba al lado de una mesa en el centro de la misma.
—¿Lo amas y para ti está muerto?
—Ya te veo sacudiendo la cabeza. No creas que no. ¿Qué sabes tú del amor? -preguntó Charo con desdén. — O acaso ¿Estás enamorada? ¿Te quiere él a ti?
—¡Vamos mujer! -protestó Carmina con suavidad- Sabes que no es así. Charo se levantó del sillón y se sentó en la silla enfrente de Carmina —Tú no sabes nada del amor, porque le das la espalda o le evitas cuando asoma el dolor.
—¡Si, yo sé lo que es el amor! -exclamó Charo levantando la voz- y no soy la única que lo sabe.
—¿Tú sabes, lo que representa el amor? -Carmina preguntó con voz imperiosa- El amor es entrega, es compartir, es sufrir, es gozar.
—No pienso discutir contigo -murmuró Charo- Vaya sorpresa después de todo. La voz de Charo perdió su aplomo ahora. Vacilaba y amenazaba con quebrarse en sollozos.
—¡Bien, Charo! ¿Qué quieres que te diga? Carmina se está quedando perpleja con la actitud de Charo e intenta suavizar la situación.
—Di lo que quiera -exclamó Charo- Dile a Salvador exactamente lo que te acabo de decir.
—Salvador sólo quiere a una persona y esa eres tú. - le comentó Carmina-
—¡Caramba! ¡Qué tierno! ¡Qué conmovedor! - Dijo Charo. ¡Vaya sorpresa después de todo lo que he hecho por él! ¡O tal vez no! -contestó ella, luchando por contener las lágrimas.
A Charo se le notaba nerviosa por la situación que se ha encontrado y Carmina quería dulcificar la situación para tranquilizarla.
—¡Y él por ti! tu crees que él no te ama, pero yo sé que él te ama a ti, estará a tu lado y al lado de tus hijos.
<Los celos son una especie de fe > -Reflexionó Carmina- <Los celos se sirven de la rabia para arañar, de la inseguridad para tambalearse, del miedo para derrotar>
Se hizo un silencio entre las dos. Carmina bebió un trago de agua y la miró. Se dirigió a ella:
—Creo que no te das cuenta de lo que te quiere Salvador. Cuando se recupere deberías ir con él y tu familia a algún lugar, a descansar, a pasar unos días juntos. Debes de descargar toda esa ira que tienes contra él y trata de ver las cosas desde el punto de vista que yo te digo:
—Ahora él está enfermo. Los médicos han dicho que permanezca tan tranquilo como sea posible. Le han prohibido todo lo que le pueda agitar y preocuparle. Necesita descansar.
—Él me odia y todo el mundo me odia.- Dijo Charo desconcertada.
—¡No, no tanto Charo! -Carmina le cogió la mano para tranquilizarla. -Le dirigió una sonrisa dulce y absolutoria pero no tenía la menor idea de cómo le había ido su vida con Salvador.
—Ella retiro la mano, -tú me mientes crees que yo soy egoísta y dura, pero en el fondo no me importa que él me deje.
—¡Si! comprendo lo que quieres decir, pero la culpa es tuya-
—Sea de quien sea la culpa -espetó Charo con amargura- Yo soy quien carga con las consecuencias. Todo va de mal en peor.
—¡Ojalá pudiera ayudarte! -Dijo Carmina.
—Nadie puede ayudarme -sollozó- Sólo él y ahora, vete por favor, te lo ruego.
Carmina titubeó un momento antes de dirigirse a la puerta, y se volvió. Charo se puso de pie. Le temblaban los labios.
—No debo llorar. No puedo presentarme ante mi marido con los ojos enrojecidos. -Sé auto convenció-
—No te preocupes- añadió Carmina. -Salvador no va a morir por esto y el te ayudará.
—No, respondió ella. Porque cuando se encuentre bien, no querrá hablar de esto. La única ocasión buena para que le diga la verdad a Salvador es cuando sufre y sienta una honda lástima de sí mismo. Tú no le conoces como yo. Cuando se siente bien su corazón es de cemento.
—Charo... Yo le conozco poco, pero desde el primer día que vino a hacerme la primera entrevista y le conocí, me parece un hombre bastante fuerte, muy comprensivo, muy sensible y parece cariñoso.
—¿Cariñoso?- Será contigo porque conmigo hace tiempo que no es cariñoso. Hace tiempo que no hacemos el amor. Claro... te hará el amor a ti.
—Charo empezó a mover la cabeza y los brazos espasmódicamente, como si se librara de ataduras invisibles que la frenaban.
—Hay algo que puedo decir de él -añadió Carmina- Tu marido me aprecia y admira mi obra. La relación que tengo con él es de amistad y trabajo.
—Entonces ¿Qué hacía en tu casa esta mañana?
—¡En mi casa, no! Estuvo en mi estudio. Viene a menudo, porque estoy haciéndole un retrato. Para ti, para regalártelo a ti. -le refirió Carmina.
Súbitamente recobró el dominio de sí misma. Permaneció totalmente inmóvil, apoyada en el respaldo de la silla, con la mirada fija, firme en Carmina.
—Charo, preferiría que reserves lo que sabes del retrato. No le comentes nada a Salvador y recibe el retrato de regalo, como una sorpresa. No tienes paciencia -le dijo Carmina- ¿Por qué no considerarlo con calma?- La pintora miró le reloj y dijo;
—Ahora es muy tarde. Bueno, me tengo que ir. Despídame de su esposo. Deséale una pronta recuperación. He pasado un día muy movidito y, estoy cansada y nerviosa. De manera que he de irme a casa y descansar. Buenas tardes -murmuró- ¡Hasta mañana! Le llamaré a ver cómo ha pasado la noche.
Abrió la puerta y cerró con cuidado que daba al pasillo, y salió del hospital.
El hospital cogido de la red si su autor lo desea lo puede retirar |
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