Concurso: Mil formas de morir de Circulo de Escritores |
Como todas las noches, Ines anotaba algunas frases de una historia que escribía en el ordenador, lo cerraba y se iba a dormir. Se acostaba antes que su marido y cuando él llegaba ella estaba dormida profundamente. Renato acostumbraba a entrar en la cama por el lado izquierdo y antes de meterse bajo las sábanas, miraba a su esposa cómo dormía plácidamente.
Como todas las noches, con cuidado para no despertarla le daba un beso, le quitaba el camisón, las bragas y la destapaba. Contemplaba sus senos de mujer madura que aún conservaba sus turgencias y los sentía duros, con la palma de la mano derecha en movimientos circulares, lentamente la deslizaba por la suave piel del vientre, de las caderas, de los muslos y piernas que, con un suave movimiento Renato le rodeaba con las suyas.
Como todas las noches, sin que ella lo notara, le hacía el amor. Despacito le abría las piernas y le introducía su pene en la vagina y con el ritmo pausado comenzaba a moverse lentamente con cuidado. Le gustaba hacerle el amor cuando ella dormía. La poseía para él, la disfrutaba. El marcaba el ritmo, los orgasmos se sucedían a cortos intervalos, revoleando su cuerpo de derecha a izquierda en medio de jadeos y gritos apenas reprimidos, se acaloraba y disfrutaba como un enano.
Como todas las noches, Ines no se movía, nunca se movía y a Renato le daba morbo que ella estuviera dormida tan profundamente y no se enterara.
Esta noche algo distinto pasó, Ines hizo un movimiento convulsivo que contrajo su pelvis y atrapó el pene de Renato en su vagina. En vez de placer Renato sintió dolor, mucho dolor. Como pudo fue librando su pene atrapado dentro de su esposa.
Con el rabillo del ojo miró a Ines y contempló una sonrisa placentera en su cara. Tenía los ojos abiertos y una lágrima resbalaba por la mejilla. La cabeza caía hacia un lado y la boca entreabierta babeaba saliva.
Le tentó la frente la tenía fría, más bien gélida. La lividez de sus manos mantenían un color rosáceo en las uñas y blanquecina en los dedos. Ines acababa de traspasar esa luz del túnel al más allá, cuando la muerte la visitó repentinamente.
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