Dando el discurso del fin de curso |
Las
fiestas de fin de curso me evocan desde los pliegues más primitivos de los
mecanismos de la memoria, brumosas imagenes cinematográficas
de prados estadounidenses con señoras en
falda plisada hasta media pierna, sonrisa blanca en pugna con
lágrimas emocionadas, aplaudiendo en posición piramidal. Caballeros
en Smoking sentados en sillas plegables de madera y
jovenzuelos pecosos de mirada alelada bajo el birrete de graduado con títulos
de pergamino enrollados en cintas azules.
Nosotros
sin tradicionalismos ni siquiera al límite de la imaginación organizativa,
hemos elegido este foto, testigo mudo de catarsis teatrales, relajamientos
celuloides y brincos espirituales en manás asamblearios.
Atrás
quedan ya y hora era, los gramos de matemáticas, lengua o filosofía, derecho,
prácticas o sociología del trabajo, encapsulados en indigeribles aulas.
Dicen
que hay momentos adecuados para la reflexión sobre lo que pudo ser y no fue. De
severa introspección a voluntades inicialmente ilusionadas pero
relajadas in crescendo en la confianza en el azar traidor. O
también, tiempo de auto-aplauso de quienes han querido y han podido;
aquellos que atinadamente han desconfiado de lo más que sospechosa
existencia de los hados y hadas madrinas.
Pero,
sea lo que fuere, aquí y ahora, ¡Qué más da! Por unas cuantas horas, muera la
razón y resucite la pasión. Volad a lo sublime.
No
caigamos en la infamia de Nietzsche, al menos por hoy. Escuchad a
Don Federico, el viejo caustico, al barrenador de
conciencias hipócritas, al demoledor de apuntalamientos culturales
carcomidos. Escuchad sus aforismos:
"
¡Elevad, el corazón, hermanos míos, más altos! '¡Y no olvidéis tampoco vuestras
piernas! ¡Elevad también las piernas! excelentes danzantes, y mejor que esto:
¡Tenéos de cabeza! Esta
corona de reidor yo mismo me la he puesto en la cabeza. Esta corona de reidor
os la lanzo a vosotros. ¡Hombres superiores, vamos, aprender a reír!
Tras nueve meses de comedia y
drama existenciales, los tramoyistas de la escena de la vida cotidiana han
recogido las cuerdas. El telón está a punto de caer.
Las
aulas y talleres cerrados con seis llaves o las que fueron menester, duermen la
larga siesta del estío y, aquí y ahora, cuando menos hoy, prestas las
guitarras, cítaras y timbales.....
¡Que suene la música!
363 letras
Este escrito lo escribí para leerlo en el fin de curso cuando saqué mis estudios de FP II Administrativo. Y ahora lo presento al concurso del Tintero de oro organizado por David Rubio.
Este escrito lo escribí para leerlo en el fin de curso cuando saqué mis estudios de FP II Administrativo. Y ahora lo presento al concurso del Tintero de oro organizado por David Rubio.
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